Desincentivar el uso del automóvil se ha convertido en una frase
habitual en los discursos de la mayoría de los personajes políticos
locales.
Sin embargo el hecho de que nadie diga como lo harán muestra, al
menos, falta de información en el tema. La cancelación del pago de
tenencia, una medida populista que de hecho incentiva el uso del auto y
que fue aprobada por la mayoría de los grupos políticos locales, resta
esperanzas a que en el futuro próximo podamos ver políticas públicas
enfocadas a reducir eficazmente el número de trayectos en automóvil.
Nadie duda que las nuevas administraciones, después de años de debate
público en temas de movilidad, hagan todo lo posible por consolidar
avances significativos en materia de transporte público y movilidad no
motorizada. Pero esos esfuerzos podrían ser vanos si no son acompañados
de estrategias que reduzcan los privilegios que hemos otorgado al
tráfico automotor.
Reducir la superficie de rodamiento para los automóviles siempre será
un tema polémico. Se suele pensar que para evitar la congestión hay que
hacer más carriles y cruces a desnivel que eviten los altos. Esto, está
demostrado desde hace décadas, sólo genera más y más tráfico y consume
grandes cantidades de recursos públicos, sin mencionar los malestares
sociales que provoca y la pérdida de calidad del espacio urbano.
Prohibir la circulación de automóviles en un carril y dejarlo
exclusivo para el transporte público hace de inmediato más eficiente el
servicio y logra mejores velocidades de desplazamiento para la mayoría
de los usuarios de la calle —los que viajan en autobús— haciendo más
atractivo el viaje más eficiente. Es justicia inmediata.
El único caso de transporte público en un carril exclusivo en
Guadalajara es el Macrobús, que fue objeto de muchísimas críticas y del
que algunos pronosticaban provocaría un gran caos vial en la Calzada
Independencia. Nada sucedió, por el contrario la congestión disminuyó.
Algo similar ocurrió cuando se planteó transformar la avenida
Vallarta en calle libre de automóviles durante las mañanas dominicales.
Una avenida que estaba siempre llena de automóviles y que tras la
creación de la Vía RecreActiva, los autos simplemente fueron sustituidos
por todo tipo de actividades urbanas positivas durante ese horario,
para reaparecer masivamente en cuanto se les vuelve a permitir.
Otra polémica de este tipo sucedió cuando Guadalajara y Zapopan
ampliaron las banquetas de sus centros históricos. Locatarios del centro
lucharon encarnizadamente por defender los cajones de estacionamiento
con argumentos sobre la pérdida de clientela y la dificultad para
llegar. En ambos casos se redujeron significativamente los espacios para
autos estacionados y, oh sorpresa, nada pasó. Las zonas peatonalizadas
no sólo no han perdido clientela como algunos suponían, sino que han
aumentado sus ventas, misma historia que se repite en infinita cantidad
de ciudades que han promovido calles peatonales.
Retirar carriles y cajones que hoy están a disposición de autos, sin
miedo, abre la posibilidad real de reducir los privilegios del auto y
desincentivar su uso.
Pero los temas polémicos asustan a nuestros políticos. El siguiente paso será fajarse.
Originalmente publicada en Milenio.
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